LLAMADOS A TRABAJAR

Jesús nos presenta en el evangelio una gran mies, una gran cantidad de personas enfermas, desorientadas, agobiadas. Y se conmueve ante este panorama que representa, en último término, personas alejadas de Dios: ovejas sin pastor.

Pero esta triste situación no hace que Jesús se queje o lamente, sino que le moviliza y ve la mies como una nueva situación: la mies es siempre algo bueno; y ésta, la mies, es mucha.

Y empieza a llamar obreros, necesita obreros. Es decir, hombres y mujeres que trabajen duro.

Las personas, la comunidad, no existe para sí misma, para su propia salvación. Existe para los demás, para el mundo. Y, sobre todo, para los cansados y agobiados.

Hay que rogar, pues, al dueño de la mies, para que envíe obreros a su mies.

la palabra usada en el texto para «enviar» es mejor traducida por «empujar hacia delante y arrojar fuera». Hay que rogar al dueño de la mies para que empuje hacia delante a trabajadores y los arroje fuera. Fuera ¿de qué? De sus miedos, de sus egoísmos, de sus comodidades, de sus seguridades. Se necesita un gran poder de Dios para enviar trabajadores a su obra.

Y ¿qué ocurre cuando oramos al Señor para que envíe vocaciones? Nos abrimos nosotros mismos a una posible llamada nueva y nos unimos en una fuerza comunitaria de gran intensidad para que otros se sientan también llamados a trabajar.

(E.A.)

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