Jn 2, 13-25

COMENTARIO AL EVANGELIO EN LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN

Jesús limpia el Templo y sus recintos. Se opone, abiertamente, a quienes se usan la religión como negocio. Limpiar el Templo no es un acto de violencia fanática, sino un reclamo divino por ser lugar de adoración y veneración.

Jesús cuestiona todo el funcionamiento del Templo y desafía a sus oponentes con derribarlo. Él mismo reemplazará el Templo porque Él es el lugar de la revelación y el encuentro con Dios.

La purificación del Templo es un medio para la comprensión del misterio de Cristo. Los edificios de piedra no son lugar de encuentro con Dios. Sino que lo es Jesucristo muerto y resucitado.

Jesucristo no tiene una pérdida de control, ni tiene mal carácter, ni está atacando a los que le caen mal.

La escena presenta la destrucción por sí mismo de todo lo que no lleva en sí la Verdad de Dios, es un rechazo de lo que no puede tener relación con Dios en su Verdad y Santidad.

A Dios no le adoramos como a nosotros nos gusta, sino como Él nos dice. Y él nos dice que en el culto al Señor no es lo más importante un buen montaje con flores…; sino la adoración en Espíritu y Verdad; es decir, un culto interior motivado por el amor a Dios y que implica una forma de vida en comunión con el Espíritu Santo.

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