- benedictinas
- 03/04/2023
- 06:25
Jesús cenaba en Betania
y una mujer, no invitada,
por detrás y en silencio,
a su lado quedó.
El «mundo» pesaba en su vida:
Hastío de aquello que deja vacío
a sus pies derramó.
Nada sabía,
sino expresar con besos
aquella acogida que
también, en silencio, Jesús la ofrecía.
Lloró, mucho lloró.
Mas algo extraño ocurría.
¿Qué estaba pasando?
Jesús había encontrado
una ovejilla perdida;
y ella andaba buscando
hogar en su corazón.
Hoy pronuncia mi nombre
y yo, sumida en mi pena,
percibo que un gozo profundo
está borrando mi confusión.
Mi pecado, ¿dónde se ha ido?
abatido tenía mi corazón.
Envuelves mi alma en la dicha:
me quieres, me acoges,
es dulce y suave, conmigo, tu voz.
(R.M.)