ES DULCE Y SUAVE TU VOZ

Jesús cenaba en Betania

y una mujer, no invitada,

por detrás y en silencio,

a su lado quedó.

El «mundo» pesaba en su vida:

Hastío de aquello que deja vacío

a sus pies derramó.

Nada sabía,

sino expresar con besos

aquella acogida que

también, en silencio, Jesús la ofrecía.

Lloró, mucho lloró.

Mas algo extraño ocurría.

¿Qué estaba pasando?

Jesús había encontrado

una ovejilla perdida;

y ella andaba buscando

hogar en su corazón.

Hoy pronuncia mi nombre

y yo, sumida en mi pena,

percibo que un gozo profundo

está borrando mi confusión.

Mi pecado, ¿dónde se ha ido?

abatido tenía mi corazón.

Envuelves mi alma en la dicha:

me quieres, me acoges,

es dulce y suave, conmigo, tu voz.

(R.M.)

COMPARTIR

Deja tu comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Arriba