- benedictinas
- 27/11/2022
- 19:59
SIEMPRE, LA PUERTA ABIERTA
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre» (Mt24,37-44) .
COMENTARIO
Este pasaje nos quiere hacer ver la importancia de vivir toda la vida enfocada en Cristo resucitado y su venida constante. Pero, ¿por qué mantenernos siempre despiertos? Porque, cuando más atentos estemos al momento presente, más aspectos podemos captar de la vida y de sus retos.
La vida nos trae acontecimientos inesperados, nos trae interrupciones que son manifestaciones del Señor. Por eso, se trata de estar en sintonía con el momento presente. Esto no es cuestión de tiempos especiales de preparación, sino de un actitud vital de intensidad de vida. Lo más importante, sin duda, es que la intervención de Dios en nuestra historia es siempre algo bueno, un gran don salvífico.
No dejemos engañarnos por los profetas de calamidades que anuncian la venida del Señor como algo aterrador. No. La actividad del Señor en nuestra historia es siempre buena noticia y ocurre cualquier; es decir, todos los días.
¿Para nosotros? Tener siempre la puerta abierta, dilatado el corazón.
(E.A.)