- benedictinas
- 10/02/2023
- 10:35
Evangelio: Lc 10,38-42
Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
COMENTARIO
Jesús no se muestra muy educado y se presenta a comer en casa de sus amigos sin avisar.
La hospitalidad oriental era sumamente exigente en cuanto a las atenciones requeridas para realizar con el huésped. Por eso Marta está pendiente hasta del último detalle.
María descuida esta responsabilidad sentándose a los pies de Jesús.
El problema de Marta no es el trabajo, sino la queja y el malestar interno que tiene del cual culpa a su hermana incluso a Jesús presentando una actitud victimal: ¿No te importa que mi hermana me deje sola en la tarea? Marta está actuando desde su centro egótico, se siente la víctima, siempre le toca a ella todo el trabajo, nadie la valora, nadie la comprenda. Quiere dar pena y que la consuelen.
María, al contrario, actúa desde sí misma, desde su ser, desde sus propias convicciones; decide desde lo que le parece mejor y lo realiza independientemente de lo que se debería hacer, desde lo acostumbrado y establecido; desde la norma. Es libre para decidir. Actúa no desde la actitud carente y victimal, sino desde la plenitud de su ser.
Este texto nos pregunta también a nosotras: ¿Desde dónde vivimos? ¿Desde dónde decidimos? Porque nos jugamos mucho: el amor, la alegría y la paz que nuestra entrega total de nuestra vida a los demás por una decisión totalmente personal.
(E.A.)