LAS TENTACIONES

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.
El tentador se le acercó y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».
Pero él le contestó:
«Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”».
Jesús le dijo:
«También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los
reinos del mundo y su gloria, y le dijo:
«Todo esto te daré, si te postras y me adoras».
Entonces le dijo Jesús:
«Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían (Mt 4,1-11).

COMENTARIO

Jesús acaba de salir del bautismo y ha descubierto su identidad: es el Hijo de Dios. Ahora tiene que discernir cómo realizar su misión, su mesianismo. Y, en este proceso, va a ser asistido por su gran amigo, el Espíritu Santo. Tiene que identificarse plenamente con su identidad filial divina y sufre una profunda crisis porque se le presentan opciones que pueden apartarle de la verdad: proclamar un reino de Dios dedicado solamente a solucionar problemas materiales. Otra posibilidad es presentar a Dios como una varita mágica que va a solucionar todos sus problemas. Finalmente tiene que alejarse de un mesianismo de poder.

La palabra que utiliza el texto significa mostración: es, para Jesús, un tiempo de demostrar, de dar pruebas, de hacer patente que verdaderamente es el Hijo de Dios con sus actuaciones.

Y sale airoso y feliz para realizar su misión. Y nada ni nadie consiguió apartarle.

(E.A.)