- benedictinas
- 02/07/2023
- 10:34
EVANGELIO – DOMINGO XIII A
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» (Mt 10,37-42).
A veces vemos cómo Jesús, con sus palabras, nos pide grandes renuncias y una radicalidad extrema; pero no es cierto. Nos está ofreciendo lo mejor para que optemos por ello, para que hagamos siempre la mejor elección.
Cuando uno gana un coche nuevo no le importa que le retiren el viejo. Al revés, lo entrega rápidamente para poder empezar a viajar con el nuevo.
Tampoco es cierto que el amor a Dios entre en conflicto en comparación con otros amores. Esto parte de un Dios separado del hombre, dueño, exigente, celoso. Lo que se nos dice es que tenemos que tener cuidado con todo apego que nos aparte del verdadero crecimiento humano.
¡Qué gran paradoja debe vivir el cristiano! Solamente puede vivir perdiendo su vida porque la vida verdadera de Jesús resucitado solo le puede venir si muere a su propio ego, a su propio yo.
Y, entonces, viene el gran regalo de la cruz que nos protege de una vida profundamente egoísta. La cruz es la vida con sus dificultades y pruebas que nos purifica y es nuestro gran tesoro.
(E.A.)
Gamaliel
Un feliz y bravo camino para ir hacia el amor desinteresado y universal, ver a nuestras madres, padres e hijos en todos los seres humanos, con la gracia de, Dios